Día Mundial del Derrame Cerebral 2024 – Seamos conscientes e intensifiquemos su prevención

El derrame cerebral, también conocido como accidente cerebrovascular (ACV), es una de las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo. Cada año, en promedio, 15 millones de personas sufren un ACV, de los cuales 5 millones mueren y otros 5 millones quedan con discapacidades permanentes. Es fundamental visibilizar la necesidad de más estudios que permitan comprender mejor los factores determinantes y la carga de enfermedad del ACV a nivel global, con el fin de identificar las causas de las disparidades y cambios en las tendencias, especialmente en países de bajos y medianos ingresos (1).

El ACV agudo es la segunda causa de muerte en el mundo y genera altos costos en su tratamiento y recuperación, además de un gran impacto socioeconómico, ya que es la principal causa de discapacidad a largo plazo. Aunque la tomografía axial computarizada (TAC) cerebral simple sigue siendo la técnica de imagen recomendada por las guías internacionales para la evaluación inicial y la toma de decisiones, en los últimos años se han desarrollado avances extraordinarios en el diagnóstico temprano y oportuno mediante nuevas herramientas (2).

Los ACV se clasifican en dos tipos principales: isquémicos y hemorrágicos. Los isquémicos, que representan alrededor del 87 % de los casos, ocurren cuando se bloquea el flujo sanguíneo a una parte del cerebro (3). Los hemorrágicos, menos comunes, son causados por la ruptura de un vaso sanguíneo en el cerebro y representan una fuente importante de morbilidad y mortalidad neurológica. Su rápida identificación, tratamiento médico y, cuando esté indicado, tratamiento neuroquirúrgico, son esenciales para facilitar la recuperación (4). Comprender estos tipos es crucial para implementar estrategias de prevención efectivas.

Los factores de riesgo modificables, como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo y la obesidad, son responsables de una proporción significativa de los ACV. Entre 1990 y 2019, se observó un aumento en el número total de años de discapacidad relacionados con ACV debido al sobrepeso, obesidad, prediabetes, diabetes, colesterol LDL elevado, disfunción renal, dieta rica en carne roja, consumo de alcohol y tabaquismo pasivo (5).

Un estudio publicado en la revista The Lancet destaca que la reducción de la presión arterial (PA) podría prevenir hasta el 50 % de los ACV isquémicos. La disminución de la PA reduce el riesgo vascular (PA sistólica menor a 130 mmHg) y la administración de tratamiento antihipertensivo en pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular, coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, insuficiencia cardíaca y renal crónica es fundamental (6).

Asimismo, adoptar hábitos saludables, como una dieta equilibrada y actividad física frecuente, disminuye el riesgo de padecer un ACV. Este estudio sugiere que las estrategias tanto individuales como basadas en la población, orientadas a ayudar a las personas a consumir menos calorías, pueden ser más efectivas cuando se centran en la reducción (o aumento) de determinados alimentos y bebidas (7).

El reconocimiento temprano de los síntomas es crucial. Las siglas FAST (Face, Arms, Speech, Time) se utilizan para ayudar a la población a identificar un ACV: debilidad en un lado de la cara, incapacidad para levantar ambos brazos, dificultad para hablar y necesidad de llamar rápidamente a emergencias (105 en Perú) (8). Un tratamiento rápido, como la trombólisis intravenosa o la trombectomía, puede mejorar el pronóstico (9).

Recientes investigaciones en JAMA sugieren que la educación pública sobre los síntomas y la importancia de buscar atención médica inmediata podría aumentar las tasas de tratamiento efectivo. Además, programas comunitarios que fomentan el control de la presión arterial y el acceso a atención médica han demostrado reducir la incidencia de ACV en poblaciones de alto riesgo (10).

Por ejemplo, 1 de cada 3 ciudadanos estadounidenses tiene al menos 1 de estos factores de riesgo: hipertensión, tabaquismo, diabetes, inactividad física, dieta inadecuada, factores psicosociales, obesidad abdominal, consumo de alcohol, patología cardíaca y dislipidemia. Estos factores pueden ser modificados mediante conductas de salud; por lo tanto, un enfoque en la prevención secundaria y el autocuidado es vital.

A pesar de los avances en el tratamiento y la prevención, existen desigualdades en la atención y los resultados de los ACV. Un estudio indica que las disparidades raciales y socioeconómicas afectan el acceso a cuidados preventivos y tratamientos, lo que resulta en tasas más altas de ACV en ciertas comunidades (11). Es imperativo abordar estas desigualdades para mejorar la salud pública en general.

En conclusión, el Día Mundial del Derrame Cerebral 2024 es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la prevención, el reconocimiento temprano y el acceso a tratamientos efectivos. Fomentar estilos de vida saludables y educar a la población sobre los factores de riesgo y los síntomas puede marcar una diferencia significativa en la lucha contra esta devastadora enfermedad.

Dr. Luis Edgardo Figueroa Montes


  1. https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(13)61953-4/abstract
  2. https://revistas.javeriana.edu.co/files-articulos/UMED/60-3%20(2019-III)/231059231008/
  3. https://www.nhlbi.nih.gov/es/salud/accidente-cerebrovascular/causas
  4. https://jamanetwork.com/journals/jama/article-abstract/2729375
  5. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC8443449/
  6. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0140673615012258
  7. https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa1014296
  8. https://www.stroke.org/en/fast-experience/face-drooping
  9. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC5765894/
  10. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/12722841
  11. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32078475/