Héroes Del Bicentenario

Historias de tres valerosos médicos que acaecieron en Pandemia


ALGÚN DÍA SERÉ UN GRAN MEDICO COMO MI PADRE

Un noble testimonio sobre el Dr. Jorge Fernando Ludeña del águila, quien en vida fue un gran médico, comprometido con servir a los demás
Mi nombre es Alonso Ludeña Esquivel, actualmente soy estudiante de medicina y tengo 22 años. Mi padre fue el doctor Jorge Fernando Ludeña Del Águila, médico del Centro Médico Santiago Apóstol de Comas, egresado de la facultad de medicina de la Universidad Nacional Federico Villarreal, que falleció producto de contagiarse de Covid-19, en su hospital. Él, como muchos médicos, optó por trabajar por sus pacientes en esta pandemia, como buen galeno se puso a disposición de su pueblo en la primera línea de defensa contra el nuevo coronavirus.
En esta pandemia, cada vez que mi padre llegaba a casa nos decía: “Esto es una desgracia, no hay mascarillas, oxígeno y muchos pacientes fallecen, y no puedo darme el lujo de pedir licencia, mis pacientes me necesitan”. Un día llegó a la casa y dijo que se sentía cansado, esto pasó en el mes de mayo, cuando todos los hospitales estaban colapsados y abarrotados de pacientes, así que debido a que su condición era estable decidimos atenderlo en nuestra casa, manteniéndolo estabilizado, pero a medida que pasaron los días su salud empeoró. Nos llamaron del Colegio Médico para poyarnos y llevar a mi padre al hospital Santa Rosa, y fue allí la última vez que lo vi.
Cuando mi padre estaba internado, mantenía comunicación conmigo, pero poco a poco su situación iba empeorando, lo tuvieron que ingresar a la unidad de cuidados intensivos (UCI), fue entonces que acudía todos los días al hospital para lo que necesitara y poder recibir información sobre su estado, pasaron unos días hasta que recibí esa llamada en la cual me decían que mi padre luchó hasta el final, pero no soportó la enfermedad.
Yo lo recuerdo siempre, él nunca dejó de trabajar por sus pacientes, sabía que el primer nivel de atención es muy importante y él tenía una obligación con el Perú, sé que no hay momento perfecto para hacer lo correcto y mi padre pudo haber decidido pedir licencia, pero los pacientes necesitaban de mi padre y nunca dejo de servir a los demás.


MI HIJO AMO LA MEDICINA


Cuando la pandemia avanzaba, le pedí que regrese a casa, pero él no quería dejar a sus pacientes
Testimonio de la Sra. Masiel Bejarano, madre de un joven médico fallecido luchando contra la Pandemia.
Mi hijo, Marvin Cuenca Bejarano, desde muy niño quería ser médico, y siempre mostraba un corazón noble para con todas las personas. Cuando creció, estudió medicina en la Universidad San Pedro de Chimbote; egresó muy joven, a los 23 años. Hizo toda su carrera sin ningún problema,
fue muy estudioso, quiso hacer su residentado en gastroenterología, pero por cosas de la vida tuvo que aplazar su postulación. Él trabajaba en Lima, en el Policlínico El Trébol de EsSalud en los Olivos, en la primera línea de defensa contra el Covid-19.
Al enterarme por los noticieros que el virus del Covid avanzaba, le dije: “Hijo regresa a casa, voy a mandar a tu hermano que te traiga, él te va a traer en el carro de tu papá”. Pero él me decía:” No mamá, si yo regreso, ¿quién va a ver a mis pacientes?, yo no me voy a sentir bien dejándolos solos; muchos médicos vulnerables han tenido que tomar licencia, solo quedamos nosotros, somos seis médicos en el policlínico, por eso no me puedo ir, yo me estoy cuidando”.
Yo hablaba con él todos los días, pero hoy, por la irresponsabilidad de muchas personas que no se cuidan, mi hijo ya no está conmigo. Por eso, por favor les pido a todas las personas que se cuiden, que sean responsables, que no asistan a fiestas, ni a reuniones. Son muchos los médicos que no pueden estar con sus familias, pues se encuentran luchando por restaurar la salud de sus pacientes, son ellos quienes dan la cara y se arriesgan, debemos ser conscientes y poner de nuestra parte.
También pido a la Ministra de Salud y a la Presidenta Ejecutiva de EsSalud , que garanticen la protección de los profesionales de la salud, que los dote con los implementos necesarios para su cuidado personal. Recuerdo que mi hijo me mandó fotos de como trabajaba y vi que la mascarilla que le habían dado no era la adecuada, ¡los médicos no pueden trabajar así, por favor!
No es justo que a mi hijo no se le reconozcan sus derechos laborales porque según el Minsa y EsSalud, no tuvo vínculo laboral con ellos. Mi hijo trabajó con un contrato por terceros, es decir sin seguro, ni estabilidad laboral. El murió atendiendo a sus compatriotas y el Gobierno le pagó con un contrato inestable. Actualmente hay tantos médicos que todavía siguen bajo este tipo de contratación, y esto debe acabar, no puede ser que no se reconozca el trabajo que vienen realizando. Señora ministra, usted es madre como yo, y sé que no le gustaría que sus hijos trabajen en esas condiciones. Además, muchos médicos han fallecido en el ejercicio de su profesión, dejando esposa, hijos, padres, que han quedado desamparados, por ello exijo al Gobierno una pensión vitalicia para sus deudos.
No puedo describir todo el dolor que siento, más cuando era un hijo muy especial, nunca me dio problemas de nada. Marvin era un buen hijo, buen hermano y gran amigo, él tenía un buen corazón, era muy noble. Siendo muy joven, vino a Lima para trabajar, siguiendo su vocación de servicio. Sus compañeros me contaban que los pacientes siempre buscaban que él los atendiera porque les regalaba una sonrisa, aliviando un poco su dolor, y es así como lo recordaremos.


SIEMPRE DE GUARDIA: UNA VIDA DEDICADA A LA MEDICINA PERUANA

Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, recuerda Graciela Celis Peñaloza a su esposo el médico gineco-obstetra, Dr. Elder Florida Alvarado, quien acaeció luchando por la salud de nuestro país en un hospital de Chancay, víctima del Covid-19.
“Mi esposo era un médico excelente, un buen hijo, gran padre y esposo, pero también un excelente compañero, amigo de sus pacientes – su pasión era su hospital, y nunca dejó de trabajar por ellos. Pero él tenía un problema, de niño tuvo broncoespasmos y asma, por lo cual le rogué que pidiera licencia, pero él me dijo que cada vez había menos profesionales de salud atendiendo, y no podía darse el lujo de ausentarse, porque sus pacientes lo necesitaban”, declaró la señora Graciela.
“Él nunca dejo de atender en la pandemia, siempre contestó su celular y brindaba consultas telefónicas permanentemente, las veinticuatro horas del día. Aun cuando no hacía guardia, nunca apagaba el teléfono, porque seguía absolviendo dudas todas las madrugadas, de todos los días, pues trabajaba con gestantes y ellas hacen emergencia en cualquier momento. Lo recuerdo con mucho amor, era una persona muy divertida, no había forma que él estuviera triste, pues siempre le buscaba el lado gracioso a todo. No hay obstetra, enfermera, médico, que no haya tenido un sobrenombre para él. No había forma que alguien no supiera que él estaba de guardia, por su risa bullera, una risa estruendosa que alegraba a todos sus amigos y pacientes”, comenta la esposa del médico Elder.